- No te quiero.
- Hace dos días no decías lo mismo.
- He cambiado de opinión, acaso, ¿no puedo?
- Claro que puedes, pero no es creíble. No puedes decir eso de un día para otro.
- ¿Y por qué no? Me he aclarado, no te quiero más.
- Mientes.
- Aceptalo, es así. Si te la hubieras jugado un poco, valiente, yo seguiría como hasta ahora.
- Dime que todo lo que dices es mentira, por favor.
- ...
- ¡DILO!
- Gracias.
- ¿Perdona? - respondió sorprendido.
- Era la reacción que esperaba. Es la ley de: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes." O en este caso, hasta que lo das por perdido.
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